Este ilustre médico y padre de familia numerosa amó profundamente a Dios, a la Iglesia y al Opus Dei en cuyo seno se desenvolvió su auténtica vocación cristiana.Juan Antonio Narváez intenta buscar en el profesor Ortiz de Landázuri -aparte de su fama de buen profesor e investigador de la medicina- aquella otra fama que nadie alcanza hasta que amanece el día siguiente a la muerte. Es la fama propia del buen cristiano, fiel al compromiso recibido en el Bautismo, al participar del misterio profundo e inabarcable de la filiación divina. Don Eduardo fue muy fiel en practicar lo que aprendió a vivir en el Opus Dei, al que se incorporó en el inicio de los cincuenta -cuando vivía aún en Granada- y fue extraordinariamente fiel a esa vocación durante treinta y cinco años que le quedaban de vida.